Estos días son noticia los incrementos salariales de ejecutivos y consejeros de sociedades cotizadas (particularmente, en el sector financiero) que están viendo sus beneficios reducidos o, incluso, están experimentando pérdidas. Por ejemplo, La Caixa ha visto como su beneficio recurrente se reduce en un 11,6% y, sin embargo, uno de sus principales ejecutivos ha visto incrementada su remuneración en un 1,5%. Los nuevos paquetes de remuneración de los consejeros ejecutivos de Bankia apuntan también en una clara línea ascendente, pese a la disminución de beneficios e ingresos recurrentes de la entidad y a su relativamente turbulenta salida a bolsa. Otras compañías, como Repsol, conceden incremento superiores al 110% de la reumneración a sus ejecutivos pese a que sus beneficios hayan crecido en menor medida y se deban, en buena parte, a una evolución favorable de los mercados de materias primas energéticas (sobre los que estos ejecutivos no tienen control).
Los sistemas de fijación y control de las remuneraciones de los ejecutivos de nuestras principales compañías no están alineados a la evolución real de sus negocios. Por supuesto, esto no debe verse como una novedad, sino que es una ineficiencia que afecta a la mayor parte de las sociedades cotizadas (y, muy probablemente, también a otras sociedades no cotizadas, respecto a las que la transparencia es mucho menor). Aparte de otras consideraciones sobre el importe en valor absoluto de estas remuneraciones o su fiscalidad, desde un punto de vista de corporate governance estricto el problema es claro: si los ejecutivos obtienen incrementos en sus remuneraciones superiores a la mejora de los resultados de la empresa, los accionistas pierden. No cabe otra interpretación.
Como ya pusieron de manifiesto los profesores Lucian Bebchuk y Jesse Fried en su bien fundamentado "Pay without Performance: The Unfulfilled Promise of Executive Compensation" (Harvard University Press, 2004), es necesario que los accionistas tengan mecanismos efectivos de supervisión (y límitación o reducción, si es necesario) de la remuneración de los consejeros y directivos. Parece que esta sigue siendo, en nuestro sistema, una de las fronteras a superar en el buen gobierno de nuestras sociedades cotizadas.