Creo que artículos
como “Las críticas de los ciudadanos no encuentran vehículo legal” de
Expansion.com pueden generar un alarmismo innecesario al lanzar mensajes tan rotundos como “No existe ningún mecanismo en el derecho
español o europeo al que los ciudadanos puedan recurrir para detener las
reformas impulsadas por el Gobierno con las que no están de acuerdo”. Siendo realistas, por fortuna, las cosas no son así.
En
realidad, como el propio artículo menciona (aunque de forma sesgada), existen múltiples
mecanismos por los que los ciudadanos pueden tratar de promover medidas de oposición
a las decisiones del Gobierno o de las Cortes. Es justo reconocer que no son
mecanismos ágiles ni fáciles de poner en marcha pero, en un sistema democrático
basado en la representación indirecta (no todos podemos participar en la toma
de todas y cada una de las decisiones, salvo las excepcionalmente importantes,
que se deben someter a referéndum general), no puede ser de otra manera. Si los
ciudadanos pudieramos actuar directamente en contra de las decisiones del
Gobierno o de las Cortes, el coste del sistema seria inasumible (incluso
obviando la crisis económica) y el bloqueo sería inevitable.
Esto no significa
que el sistema funcione bien. Probablemente nada más lejos de la realidad. Pero
el problema no está (principalmente) en el diseño del sistema, sino en el
funcionamiento de sus principales actores: los partidos políticos. Nos guste o no (la historia ha demostrado que no hay alternativas realmente viables), el
cauce natural de participación ciudadana en nuestro sistema es a través de los
partidos. Cuando los dos partidos mayoritarios gobiernan y hacen oposición de
espaldas a los ciudadanos o, simplemente, hacen dejación de funciones y se
embarcan en cortinas de humo estériles que resucitan discusiones trasnochadas y
que no llevan a ninguna parte, el problema no está en que los ciudadanos no
puedan oponerse a ellos desde fuera, sino en que no puedan dinamitarlos y
reformarlos desde dentro.
[http://ivanevsky.blogspot.co.uk/2012/01/reforma-electoral.html]
Mientras no se
produzca una revolución dentro de los partidos, no hay nada que hacer. Pero no tendría
sentido cambiar el sistema “sólo” porque los partidos no funcionan. La cadena
debe romperse por el eslabón más débil y, en su configuración actual, está
claro que lo que hay que romper es el bipartidismo mayoritario y el
funcionamiento opaco y, en última instancia, antidemocrático de los partidos. Si
los partidos no sirven a la sociedad, si los políticos no escuchan y toman en consideración
los claros mensajes de su electorado, lo que debemos hacer es librarnos de
ellos. La próxima oportunidad podrían ser las próximas elecciones generales,
pero sólo si antes se reforman la ley electoral y la ley de partidos para dar
una oportunidad real al cambio.
¿Por qué no exigimos a PP y PSOE que, como mínimo
acto de servicio al interés público y de verdadera voluntad de refundación y representatividad, garanticen que las próximas elecciones
sean, realmente, una oportunidad para que las críticas de los ciudadanos
encuentren su adecuado cauce a través de las urnas? Quizá es que nos hemos
acabado creyendo que el único problema “es la Economía, estúpido”, cuando en
realidad el problema es que los partidos políticos (mayoritarios) nos toman por
borregos. ¿Podemos pedir un poco de sensatez? Si no, me temo que todos los ciudadanos que puedan seguirán votando con los pies... y buscando oportunidades en otra parte... Todos perdemos.